El Fin del Futurismo

LeonardoBarbero

Leonardo Barbero Vicepresidente Senior de Producto & Marketing CenturyLink, América Latina

¿Sabía usted que en pocos años nuestros recuerdos podrían ser reemplazados por videos u hologramas? ¿Y que dispositivos insertos en nuestro cuerpo monitorearán nuestra salud y se anticiparán incluso a eventuales enfermedades o descompensaciones, activando mecanismos de alerta y respuestas sin intervención de humanos?

Es el mundo ciberfísico que se aproxima a nosotros a pasos agigantados, debido a que nos encontramos en un punto de quiebre dado el avance de la tecnología, en general, y de las telecomunicaciones, en particular.

En un momento como hoy, en que celebramos el Día Mundial de las Telecomunicaciones, es un instante propicio para detenernos a mirar nuestro presente y futuro como humanidad, y reflexionar sobre cómo hemos llegado a una situación en que la tecnología dejó ya de ser un “plus”; o algo restringido a ciertos sectores, para transformarse en un elemento esencial, de primera necesidad y que cruza de manera transversal todos los aspectos de nuestras vidas. 

Es el fin del futurismo, porque las tecnologías bases de una gran transformación ya están prácticamente disponibles. Consideremos, por ejemplo, la Internet de las Cosas (IoT) que muchos visualizan aún como algo lejano.

Según Gartner, sólo en dos años, más de la mitad de los procesos de negocios y nuevos sistemas tendrán algún elemento vinculado con ella. Por otro lado, la tecnología de transmisión de datos a alta velocidad de quinta generación (5G) es una completa realidad, y su disponibilidad comercial en 2020 será un catalizador de grandes cambios para todos.

La explosión de los datos digitales de alto volumen (Big Data) es algo actual, ya vivimos en un mundo centrado en la información. Hoy las empresas de todos los tamaños y no sólo las grandes corporaciones pueden usar datos para mejorar sus procesos, los que se realizan en forma cada vez más automatizada gracias a la consolidación de las plataformas y servicios basados en la nube; así como por la masificación de la Inteligencia Artificial (IA).

La producción de las fábricas se realizará pronto masivamente en volúmenes y tiempos exactos al igual que la distribución de los productos. De hecho, muchas máquinas, bots o robots intervienen hoy en áreas de ventas y servicio al cliente sin que nos demos cuenta.

Interactuamos con máquinas, sepámoslo o no. Y es, precisamente, nuestra interacción con máquinas el sello distintivo de esta nueva era. 

Las organizaciones hoy ya no sólo deben “conocer” al cliente, como era la aspiración de antaño. Hoy deben anticiparse a sus necesidades y sus decisiones. Todos los datos sobre nosotros y lo que hacemos como consumidores, están disponibles no sólo para vendernos más, sino que también para atendernos mejor, en tanto somos y seremos cada vez más exigentes gracias a la misma tecnología.

Lo propio vale para nuestras ciudades: serán cada día más inteligentes y nos ofrecerán una mejor calidad de vida, en ellas el medioambiente tiende no sólo a estar más resguardado sino también monitoreado.

Los vehículos autónomos son una realidad y muy pronto los veremos transitar en las calles, mientras nuestros hogares tendrán cada vez más artefactos inteligentes que hasta nos hablarán. La realidad virtual y la realidad aumentada son temas de los cuales hasta nuestros niños nos pueden hablar.

Este mundo centrado en los datos es también mejor en ámbitos colectivos tan importantes como la salud. Gracias a ellos, por ejemplo, puede hoy determinarse los alcances y forma de expandirse geográficamente de una enfermedad contagiosa o conocer cómo operan ciertas patologías en grupos específicos de la población, impulsándose una medicina verdaderamente preventiva.

La propia telemedicina es una realidad, pero luego se la verá aplicada no sólo en diagnósticos sino también en intervenciones quirúrgicas remotas, muchas realizadas por robots, incluyendo operaciones de alta complejidad. 

Hablamos del fin del futurismo porque todo esto es real y está disponible hoy. Sólo es cuestión de tiempo para que todo comience a masificarse. El plazo no es indefinido o difuso, sino preciso y no superará los dos o tres años.

En buena hora vivimos este punto de quiebre, porque podemos disfrutar de una mejor vida personal, un trabajo más productivo y menos rutinario y, por cierto, de más y mejores negocios.